lunes, 26 de octubre de 2009

26 de Octubre. Guajira 1º parte. De camino al Cabo de la Vela

Dormimos fatal, muertas de calor y con los dichosos gallos cantando desde las 2 de la mañana (¿Quién dice que solo cantan al amanecer?) Acudimos a la hora convenida a donde la casa-carro y nos encontramos con que la chica se ha dormido. Nos cuenta que la noche anterior había estado con su marido celebrando su cumpleaños y que se acostó tarde. No es que nos tranquilice mucho la historia ya que la moza ha dormido unas dos horas y tiene 7 por delante de carretera. En fin…
La caravana está todavía mas guarra que el día anterior y para colmo viajamos también con su hijo de 13 años que dice es su “ayudante”. Se “olvidó” de mencionarlo el día anterior. Por suerte en chico es majo y da poco problemas (al final agradeceríamos la presencia del chaval) durante el viaje.
Recoge un poco el espacio, nos acomodamos como podemos y nos vamos hacia la Guajira. Al principio la cosa va bien, la carretera es decente y estamos relativamente cómodas en el “comedor”. Luego la cosa empieza a ponerse peor, la carretera empeora, las cosas empiezan a caerse de los estantes. La mujer no hace mas que gritarle al pobre chaval “Santiagooooooooooooooooo haz esto Santiago haz lo otro”. Paramos en Riohacha a comprar comida y agua y sacar dinero para los tres días que vamos a pasar de excursión en plan aventura y seguimos el viaje hasta “Cuatro Caminos” lugar donde confluyen las carreteras principales de la Guajira y donde Elena (la moza en cuestión) había quedado con un hombre de Cabo de la Vela para que nos guiara hasta su pueblo.



Nos comenta que ella suele ir por otro camino pero que al ser temporada de lluvias el camino está intransitable y tenemos que ir por Uribia. Excusas excusas…
Estamos un buen rato esperando, bajamos incluso a comprar el arroz, espaguetis y salsa para los días que nos quedan. También nos tomamos unos jugos de sandia que resultan totalmente deliciosos. Están tan fresquitos y tenemos tanto calor…
Mientras estamos fuera esperando, Santiago está en la caravana durmiendo, y es que el pobre también había dormido la noche anterior dos horas y estaba reventado.
La espera se demora más de una hora, nosotras seguimos sin comer y la llegada al Cabo de la Vela tiene pinta de estar muy lejos. Al final, el hombre llama a Elena y le dice que ha pasado de largo, que no nos ha visto y que nos espera en Uribia, pueblo sito una hora más a delante. Volvemos a la casa-carro y vamos hacia allá. Nos encontramos con el guía apodado “el argentino”, ya que según Elena era muy “seductor”
Pese a que habíamos comenzado sentadas en el comedor, a estas alturas ya estábamos sentadas en las sillas de tela en fila india detrás del conductor. Estela, con la “excusa” del mareo había cogido el asiento del copiloto, que pese a no ser muy cómodo por lo menos disfrutaba de vistas y aire “fresco”.
Una vez en Uribia, se sube el argentino y nos ponemos rumbo al Cabo de la Vela. Empieza la trocha infernal y el “terremoto” en el interior de la casa carro. Se cae todo de los armarios, la olla del arroz al suelo (Santiagoooooo recoge el arroz), el microondas, todo va de un sitio a otro… y… de pronto, se para la casa-carro. Según parece se ha partido la manguera del motor.



Y así, perdidas en mitad de la nada, muertas de calor y cansadas después de 8 horas de viaje, nos dedicamos a esperar mientras intentan hacer un apaño en el motor con unos camioneros que, gentilmente, se ofrecen a ayudarnos.



Parece que la cosa queda más o menos solucionada así que nos ponemos rumbo al Cabo de la Vela.
Pronto dejamos la trocha y nos metemos literalmente en medio del desierto guajiro. Una hora larga más de camino (por llamarlo de alguna manera) lleno de baches y rodeadas de cactus, acacias y chozas. Es la imagen mental que tengo de África.




Por el camino Santiago nos ameniza con sus gracias y ocurrencias, quitándole hierro al asunto. (En plan noticiario: Atención atención, turistas españolas y tres colombianos desaparecidos en mitad del desierto, a lo que le respondemos: atención atención, niño asesinado por las mismas, jeje).
Por fin, sobre las 5 llegamos al Cabo de la Vela, 11 horas de viaje nada más y nada menos. El sitio sin embargo es muy bonito y exótico, el desierto, el océano y nada más.




Por desgracia, al llegar tan tarde solo nos da tiempo a ver atardecer, montar la tienda en la parte superior de la caravana (esto prácticamente a oscuras) y cenar en el restaurante que pertenece a una de las mujeres del argentino (la primera comida del día). Siguiendo la costumbre tenemos que pagarles de nuevo la cena a los dos ya que no llevan dinero (mas a restar de la cuenta final). Más arroz con pescado. No hay jugos, ni helados, ni agua, así que nos tenemos que conformar con unas gaseosas. No tenía mucha hambre, pero sed…
Y es que sobre el argentino podríamos escribir una disertación entera, menudo elemento, el decía que había que ser fiel, pero solo la mujer ya que el tenia nada mas y nada menos que 4 mujeres. No podían tener la más mínima libertad personal, ni trabajar fuera de casa. Estaban aquí para servirle. Ya ni recuerdo los hijos que decía que tenia. Y tonteaba con toda mujer que se le pusiera en el camino (por suerte con nosotras ni lo intentó). Un elemento de cuidado.
Madre e hijo están muertos de cansancio así que se acuestan pronto. Nosotras, algo mas desveladas nos quedamos un rato fuera hablando. Y por fin, cumpliendo el sueño que tenia de siempre de bañarme por la noche en el mar. El pueblo no tiene luz eléctrica así que solo nos acompaña la luna
Ya fresquitas nos ponemos los pijamas y entramos a dormir a la casa-carro.

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