r durante esos días y de José que acudió en plan novio fiel de Maripaz a despedirse en el aeropuerto (y de paso servirnos de taxista).Para no aburrir al personal con las típicas historias de esperas en los aeropuertos, y dado que no hubo nada de interés durante la misma, solo contar que todo fue bien durante la espera, el vuelo y la recogida de equipajes.
Al llegar a Bucarest nos estaba esperando el shuttle que nos llevaría al hotel. Shuttle prácticamente para nosotras solas ya que la chica que venia con nosotras se bajo al poco rato.
Como ya nos pasó en Bogotá nos sorprendió encontrar la ciudad en un estado bastante decente, apenas vimos pobres por las aceras, ni tanto perro callejero (aunque si los había) como nos habían dicho.
Al llegar al hotel que nos iba a acoger por esa noche, nos sorprendió también la estética del mismo. No es que estuviera sucio o con mala pinta, sino que era algo “decadente”. La mayor parte del mismo estaba decorado con dibujos animados de Disney, animalitos… por decirlo de manera fina era un orfanato reconvertido en hostal.
El chico, muy amable por cierto, nos llevo a nuestra habitación, que hacia juego con el resto del lugar. Simple, con dos camas de estructura metálica y edredones de ositos y lunas, un radiador y dos ganchos para colgar la ropa. Nada más, ni una simple silla. Una vez ya solas en el cuarto nos dio por levantar un poco la moqueta negra que cubría el suelo y cual fue nuestra sorpresa cuando vimos que la moqueta inferior era de ratoncitos. Ya estábamos total y absolutamente seguras de que esto antes había sido un orfanato.
Por lo demás no estaba mal. Las camas eran cómodas, no hacia mucho frío y el sitio era bastante limpio aunque había conocido tiempos mejores.
Como ya era tarde y estábamos cansadas, miramos un poco el plan del día siguiente y nos fuimos a dormir.
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