viernes, 17 de septiembre de 2010

VIERNES 17 SEPTIEMBRE. Rumbo a Viseu de Sus. Empieza el diluvio.

Temprano por la mañana la chica nos lleva a la estación de trenes. Ayer nos comentó que la mejor manera de ir a Viseu de Sus es coger un tren a Salva, hacer escala a Viseu de Jos y desde allí en taxi a Viseu de Sus. Y aunque yo había leído que había combinación en bus Gura Humuruloi-Viseu de Sus, decidimos hacer caso a la chica por si las moscas.
Así que compramos los billetes (suerte que se puede comprar la combinación completa) y nos vamos a desayunar unos ricos huevos fritos y una tortilla de jamón super buenos.
Nuestro billete era de segunda, lo que quiere decir camarote de 8 plazas. Cual es nuestra sorpresa que nuestro camarote se encontraba colonizado por una familia que apestaba ya de lejos. Asustadas ante tal experiencia olfativa durante 4 horas que duraba el trayecto, decidimos huir a otro camarote más decente y hacernos las tontas si nos decían algo.
Resulta que dos camarotes más allá había uno que iba prácticamente vacío. Solo ocupado por una chica “limpia” que no paró de mirarnos durante todo el trayecto. Imagino que asustada ante la expectativa de ver a dos guiris y pensar que podríamos ser escandalosas. Lo imagino porque según pasaba el rato y nos vio prácticamente todo el rato durmiendo o leyendo, se fue relajando.
Y resulta, que cuando ya nos acercábamos a nuestro destino, se meten a nuestro camarote una familia parecida a la anterior, ufff. Yo en un principio no olía nada (bendito escaso olfato), pero casi me muero de la risa al ver la cara de espanto que tenia la chica. Maripaz y yo no sabíamos como aguantarnos la risa al ver y oler la situación. El patriarca, la abuela maloliente (por suerte solo era ella según parece), dos chicas jóvenes y tres niños. La chica iba tapándose la nariz y haciendo caras todo el rato según los otros gritaban (saber que decían)
Al cabo de un rato, nos toco parar así que bajamos nuestras maletas y salimos al pasillo. La pobre moza aprovecho la ocasión para decir que también era su parada y huir del habitáculo (por supuesto ella no paró en Salva y se quedo en el pasillo del tren). Me parece que exageraba un poco, pero la pobre lo pasó realmente mal.
Ya en Salva teníamos idea de comer algo ya que la espera era de unas cuatro horas, pero, nuestro gozo en un pozo. O bien la estación estaba al final del pueblo o no había nada en el mismo. La estación estaba desierta y en los alrededores no vimos nada para comer.
Así que compramos una bolsa de patatas (lo único que había era un kiosco de chucherias) y nos la comimos.

Estuvimos aburridas sin nada que hacer hasta que se nos hizo la hora de coger el siguiente tren. Esta vez era un tren de los cutres que tenían miles de años. Ufff. El baño era de lo peor que he visto en tiempos (peor que los indios incluso) y el resto dejaba mucho que desear. Menos mal que el trayecto en esta ocasión era corto y viajamos solas todo el rato en nuestro camarote.
Y ya en Viseu de Jos, donde creíamos que la cosa iba a estar complicada para buscar trasporte, resultó todo lo contrario. Nada mas salir nos esperaba un bus con un bonito cartel que ponía Viseu de Sus. Lo cogimos y en 10 min. ya estábamos allí.
En dicho pueblo (muy majete por cierto) nos pusimos buscar hotel y al cabo de media hora ya habíamos dado con uno gracias a las “vibraciones” de Maripaz. El Cassa (120 lei/doble con desayuno incluido)
Menuda monada de hotel que encontramos. El suelo de madera, camitas nuevas con edredones nórdicos. Todo nuevo, de Ikea (literalmente) y un baño impoluto.
Como al día siguiente teníamos pensado hacer la excursión del tren de vapor, nos vamos a buscar la estación con el fin de no perdernos al día siguiente. Una vez localizada nos vamos a merendar un rico chocolate caliente. Este pueblo me gusta cada vez mas, jeje.
Empieza a llover con intensidad nada mas salir de la cafetería, así que vamos corriendo al hotel a pasar el resto de la tarde. Llegamos caladas, así que duchita caliente y descanso hasta la hora de la cena.
Como sigue lloviendo nos quedamos en el restaurante del hotel a cenar. Fue un acierto ya que aparte de que la camarera hablaba español la comida estaba muy rica. Allí descubrimos otra cosa comestible rumana, el snitel con cartofi prajiti o lo que es lo mismo, carne empanada con patatas fritas. Decidimos no volver a comer mamaliguta de esa, aggg.

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