domingo, 12 de septiembre de 2010

DOMINGO 12 SEPTIEMBRE. Rumbo a Brasov

Nuestra idea era levantarnos a las 6 para aprovechar el día, pero al hacerlo nos dimos cuenta de que estaba todo negro y, como nos daba miedo salir a la calle a esas horas, decidimos dormir un poco más y esperar al amanecer.
Así que dormimos hasta las 7 y media, nos cambiamos y nos fuimos hacia la parada del bus de línea que llevaba a la estación de trenes, con idea de coger el primer tren hacia Brasov.
Pero nuestro gozo con el tema del autobús. Parece ser que había que comprar los billetes en algún sitio ya que aquí los conductores no cobran el tiquet. Una vez arriba nos dimos cuenta del tema así que, por miedo a que subiera el revisor y empezáramos nuestro viaje en la comisaría, nos bajamos en la siguiente parada (aunque parecía que al conductor no pareció importarle que fuéramos gratis). Como ya era tarde y no teníamos tiempo de buscar donde vendían los billetes ni de esperar otro bus, nos dimos el lujo de coger un taxi hacia la estación.
Menos mal que lo hicimos ya que llegamos justas a coger el tren.
El tren estaba bastante bien, era cómodo y prácticamente iba vacío. Así que pasamos el rato entre lecturas, mirar por la ventana y siesta. El paisaje era precioso, todo montañas y verde y mas verde.
Incluso nos dimos el lujo de comernos (mas bien yo sola) una cestita de frambuesas recién cogidas que nos vendió un chaval que subió al tren, ñam ñam.


No se muy bien como leí el mapa de Brasov que entendí que el centro distaba unos 300 metros de la estación. Así que ni cortas ni perezosas nos fuimos, maleta en mano caminando hacia el centro.
Cuando llevábamos ya media hora, y pensábamos que íbamos perdidas Maripaz leyó mejor el mapa y vimos que lo que estaba a 300 m del centro era una taquilla de venta de billetes. La estación estaba a 3 km, ufff, con razón nos habían recomendado ir en bus desde la estación al centro, jeje.
Una vez en el centro nos pusimos a buscar hotel por la calle principal. Y como tampoco parecía haber muchos, nos fiamos de la guía y nos fuimos al “recomendado”, que resultó bastante bueno. El Postavarul (80 lei/doble), según decían era el típico hotel transilvano, y era totalmente cierto. Parecía sacado de la película “El resplandor”, con unos pasillos enormes llenos de alfombras. Parecía anclado en los años 20. Era chulísimo.
La habitación también era maja, olía un poquillo a rancio, pero estaba limpia, tanto el dormitorio como el baño (que no tenia ducha ya que eran compartidas). Lo que mas nos llamó la atención fue la “colcha”. Una especie de funda nórdica para mantas pero con la abertura en el centro, no en los laterales. Desconocemos el motivo de tan extraño formato.
Pero sin lugar a dudas, lo mejor de la habitación (aparte de que teníamos ascensor), eran las vistas. Veíamos todo Brasov y las montañas de alrededor, precioso.
Después de dejar nuestras cosas nos fuimos a comer a un restaurante de tipo self-service

que no estaba muy bueno que digamos y luego de paseo por la ciudad.






Estuvimos viendo iglesias ortodoxas, un cementerio y la sinagoga judía (a lo que no pudimos

También estaba la feria de la cerveza pero allí no entramos ya que no nos llamaba demasiado. Como íbamos bien de tiempo cogimos el funicular y subimos a lo alto de la montaña

Después de un corto paseo por la montaña llegamos al mirador (que justo está detrás del “precioso” letrero de BRASOV que afea tanto la montaña) donde se puede ver todo Brasov, es muy bonito.
Luego ya nos fuimos a hacer un descanso a la calle principal que estaba llena de terrazas. Nos sentamos en una de ellas y nos tomamos un rico batido. Pese a que nos habían dicho que haría fresco en Rumania, tuvimos suerte y hacia un día perfecto. Soleado y templado.
Luego ya nos fuimos a buscar una agencia para alquilar un coche, pero la búsqueda resulto infructuosa. Era domingo y estaba todo cerrado.



Seguimos entonces paseando por la ciudad hasta que nos entró hambre. Nos fuimos a cenar a un restaurante que tenia una pinta muy maja, el MADO, donde comimos muy bien. Nuestra primera y “agradable” puesta en contacto con la mamaliga (una masa de maíz típica de por aquí) y luego al hotel a dormir. Al día siguiente partíamos hacia el norte de Rumania y el camino era largo.

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