Nos vamos pues a Caño
Cristalitos, versión mini de su hermano de casi el mismo nombre y de acceso más
rápido (solo un corto trayecto en lancha y un pequeño paseo por una loma).
Tanto en el camino como en el mismo caño volvemos a estar prácticamente solos.
Un lujo.
Estamos un buen rato allí investigando
y bañándonos y volvemos hasta el pueblo donde recogemos nuestras cosas antes de
irnos a comer. Nos vamos ya hasta el aeropuerto donde nos despedimos con pena
de nuestra guía a la que hemos llegado a coger cariño, y cogemos la avioneta
que nos llevará a Villavicencio
Esta vez el trayecto es un poco
más accidentado. Hay nubes, alguna que otra turbulencia y aterrizamos en medio
de una enorme tormenta.
Allí cogemos un taxi (taxi
Aeropuerto-Terminal 13.000p) hasta la terminal de buses donde vuelve a haber
una enorme fila para comprar billetes para volver a Bogotá
La vuelta es igual de tortuosa
que la ida, 4 horas para un trayecto que suele demorar 2. Con el fin de ganar
un día, decidimos coger el bus nocturno a Neiva y así al día siguiente podemos
empezar a ver el Desierto de la Tacatoa (bus Bogotá-Neiva 40.000p, unas 5 horas).
Comienza nuestra colección de buses nocturnos (OJO, en Colombia tienen por costumbre
poner el aire acondicionado a tope, hay que abastecerse de ropa de invierno si
no quieres morir congelado en los trayectos nocturnos. No exagero, la gente va con mantas)
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